Originario de los bosques europeos, el peral, Pirus communis ya se cultivaba en la Antigüedad: Plinio enumeraba 38 variedades. Actualmente, contamos con unas 1500, con pulpa blanca, fina, tierna, jugosa, azucarada, todas exquisitas para comer y refrescarse.

La pera tiene un aroma agradable, dulce y apetitoso pero tan discreto que no marca particularmente ningún terruño. Un compuesto característico de la pera Williams es la omega-pentadecalactona. Los acetatos de hexilo y de heptilo, contribuyen también a la nota afrutada de la pera, tanto en los vinos blancos como en la fruta misma.

La pera se une maravillosamente con la vainilla. Esta asociación redonda y delicada se alia con fuerza a los matices de albaricoque en algunos vinos blancos moelleux, en particular en el valle del Loira.

En los licorosos del viñedo de Burdeos y en algunos viñedos de chardonnay en Borgoña, así como en los más espectaculares champagnes Blancs de Blancs, se advierte regularmente el aroma de pera.

En el extranjero, la pera rubrica los más suculentos vinos de chardonnay.

El término francés moelleux describe un conjunto de sensaciones dulces que se perciben en la boca. También se utiliza esta palabra para definir vinos blancos que contienen en general más de 20 g de azúcar por litro.